Escena 1 - El Puerto

Definitivamente, no era un camino paradisíaco y especialmente agradable, pero debía tragarme las impresiones y continuar andando. De otro modo, no encontraría nunca a Krueger, la cual era mi misión principal.

Comencé a seguir las instrucciones que Tozim me había dado, iniciando por caminar una cuadra en dirección al mar hasta el término de la calle.

—Qué hombre tan peculiar ese Tozim ¿no? —comentó Ann, mirando a su alrededor alegremente—. Me cayó bastante bien.
—No es como si fuera un encanto de persona —dijo Jwanjh con una sonrisa algo torcida—, dudo que alguno lo sea, pero fue bastante agradable.
—Feo como el día claro —bromeó Aeris—, eso sí. Aunque para lindura ya te tengo a ti, Jwanjh —sonrió al ver la incomodidad del muchacho.
—Las personas no han de ser catalogadas por su apariencia, sino por su interior —determinó Galatea, provocando un bufido de Aeris.

Traté de ignorar sus voces, que en nada aportaban y traté de concentrarme en las instrucciones que debía seguir. Ya había caminado lo indicado, era tiempo de sortear la alambrada y continuar caminando. Caminando. Caminando. Siempre en dirección al mar, era lo que más me había recalcado. ¿Quién sería el tal Krueger con quien me encontraría? ¿Sería agradable? ¿O un maldito pedante? Bueno, qué importaba. Ningún Vástago era una grata compañía, pero algunos eran más soportables que otro, sin duda.

—¡Mira! ¡Una rampa! ¿Puedo deslizarme por ella? —preguntó Ann con curiosidad, yendo a deslizarse sin esperar mi respuesta.
La rampa, ya estaba llegando. Continué con mi vista siempre al frente y los sentidos alerta, deseando que mis personajes fueran más precavidos y estuvieran más pendientes del entorno que de sus propios pensamientos.

—Ten cuidado —me advirtó Galatea con los ojos brillándole por la oscuridad—. No sabes con lo que te encontrarás.

Asentí con la cabeza y descendí por la arena hasta llegar al objetivo final: la boca del drenaje. Desde allí debía llamar a Krueger. Entorné los ojos con desconfianza y volteé para ver como Ann se divertía con la arena, como Paola y Azkael mantenían la distancia, en completo silencio —ya se me estaba haciendo sospechoso— y como Aeris, Galatea y Jwanjh se hallaban a mi lado. Demasiada gente para mi gusto.

—¿Esperas una invitación? —dijo Aeris con impaciencia—. ¡Vamos, llámale!
Así lo hice, aguardando con expectacion y con mis músculos en constante tensión. Después de todo, aquel no era un mundo en el que uno pudiera relajarse.

—Deberías volver a llamar —opinó Galatea, ariscando la nariz ante el horrible olor que despedía el lugar.
—Podría ser —admití, sintiendome cada vez menos cómoda en aquel lugar conforme avanzaban los minutos.
—Qué montón de mierda —gruñó Azkael, pateando algo de arena—. Es una indignidad que nos hagan esperar como a perros por un hueso.
Suspiré y simplemente volví a llamar, tratando de controlar la frustración que sentía, así como el presentimiento de que algo no andaba bien.
—Esos son sólo presentimentos, sensaciones, todo saldrá bien —me aseguró Jwanjh, apoyando una de sus manos en mi hombro. Volteé y sonreí al ver su propia sonrisa. Sin embargo, no estaba de ánimo para romance y volví a dirigir mis ojos hacia la boca del túnel a al espera de que alguien o algo hiciera acto de presencia.
—Sólo la calamidad puede esperar a por nosotros —susurró Paola desde un rincón y por un instante pensé que quizás tuviera razón.

Detrás de unos arbustos un anciano se desenvuelve de unos arapos y unos diarios que lo cubrían, tambaleándose se acerca hacia la muchacha que se encontraba gritando hacia el caño de desagüe.
- Hey niña, que haces gritándole al pobre caño- si bien no despedía olor a alcohol tenia toda la apariencia de haber bebido.
-No creo que te vaya a responder- el anciano rió y se froto la panza como desperezándose - Todos aquí me llaman el viejo Bob entre otros apodos menos decentes jajajaja, ya que me despertaste me podrías decir aunque sea tu nombre no?-

Galatea bufó con indignación y desconfianza, retrocediendo y con sus ojos dilatados. Le miré, comprendiendo su actitud. Si fuera un gato, habría hecho algo parecido.

—Ten cuidado —siseó el felino—. Ese hombre es raro.
—No es como si nosotros fuéramos muy normales —apuntó Ann, soñadora.
—No es como si pudiera hacernos algo. No tiene el Olor, no debería ser de cuidado —susurré, considerndo que el hombre debía de estar lo suficientemente ebrio como para no notarme hablando en voz baja—. Sin embargo, prepárense para el Mapache. —El código mapache, el cual se activaba con dicha palabra, era la órden tácita para que ellos se callaran o una advertencia de que no podía hablar.
Jwanjh se tensó en una actitud protectora y no pude sino sonreír ante su preocupación. Dirigí mis ojos nuevamente hacia el tal Bob, sospechando, pero tratando de parecer indiferente.

—¿Por qué te interesa? —cuestioné con tranquilidad—. Y si quiero gritarle al caño, es mi problema ¿no? —Lancé una carcajada hipócrita—. Soy Alejandra, pero dudo que sea de tu incumbencia.
—Qué viejo más desagradable —opinó Aeris con desdén, agitando su espléndida cabellera roja—. Es una de las razones por las que prefiero a los machos de otros mundos.

—Escoria —gruñó Azkael, apretando la mandíbula. Como solía suceder, Paola se hallaba retraída en un rincón.

Off: De acuerdo, pero no estoy segura de como funciona aquello.

-Niña, por favor, ¿por que esa actitud?, pensé que podíamos tener una conversación amistosa nada mas- Bob rió estruendosamente pero con un sonido muy distinto al de su vos - Me encanta esa actitud de " yo puedo solo", pero la verdad es que te conviene ser amable con los extraños, nunca se sabe con quien se puede estar hablando- las sombras del puerto comenzaron a arremolinarse en torno a el oscureciendo su rostro
- Alejandra, me suena de algún lado.....¿de donde era?, mmmm...a creo que ya recuerdo, creo que yo tenia que darte la bienvenida- Bob giro sobre si mismo terminando en una pequeña reverencia sujetando el sombrero y descubriendo su verdadero rostro.
-Rubeus Sigfrido Antalain Krueger, a tus ordenes....aunque para ti, solo Krueger-

—Chica, tranquila, tranquila —me dijo Aeris en un tono apremiante y algo extrañado—. Eso ha sido de lo más escalofriante, sin duda, pero creo que me apetece eso antes que el desagradable viejo.
—Estamos contigo —dijo Jwanjh, apoyando una mano en mi hombro tenso—. Te protegeré si fuera necesario. No temas. Estoy contigo, Ale.
Yo seguía como bestia cegada, paralizada en mi puesto y con los músculos en total tensión y apenas escuchaba las palabras de Jwanjh en mi oído. Llevé una mano al hombro donde él tenía la suya y la apreté con fuerza.
—Yo quiero saber cómo es que hizo eso que hizo —señaló Ann, acercándose al individuo. No temí por ella; después de todo, no existía—. Eso de transformarse y la oscuridad y el efecto. Fue muy interesante, la verdad. Y una mente con miedo es la que se debate entre la razón y la locura y ya estás loca. Problema resuelto. —Sonrió alegremente.
—No somos más que unos cobardes —se lamentó Paola, temblando en su lugar y con los brazos entrelazados en su cuerpo.
—No puedo creer que voy a decir esto, pero concuerdo con la amargada —dijo Azkael con un mueca de total desagrado—. Eres una cobarde, Alejandra. ¿Así quieres sobrevivir en este mundo?

Traté de ignorarlo, pues sentía que las emociones de Paola —la depresión y la negatividad— hacían mella en mí y eso nunca era bueno. Intenté enfocarme. Con todo, el tal Krueger —debí saber que se trataba de él—, no parecía albergar intenciones amenazadoras y su reverencia tranquila parecía haber sido sincera. Sin embargo, yo ahora estaba completamente segura de que no podía confiar ni en mi sombra, mucho menos en él. Había sido arrogante al creer que aquel mundo sería tan sencillo como lo había creído. Me había sentido segura y protegida por mi nueva fuerza y mis nuevas habilidades, pero recién ahora me daba real cuenta de que había allí otros muchos mejores, más fuertes, amenazadores y más crueles que yo. Me sentí como una torpe adolescente, cosa que era, pero cuya sensación había creído no volvería a experimentar.

Traté de ordenar mis ideas y por instinto, bajé la mano para acariciar a Galatea, cuyos pelos habían vuelto a su lugar.

—Krueger —repetí por empezar a decir algo. Ensayé "Un gusto", pero no quería ser hipócrita. Me sentía vulnerable y abierta, como si pudiera leer a través de mí—. Me ha dado un buen sobresalto. Lamento mi actitud reciente, pero no lo había reconocido. —Esa era su intención, obviamente. Incliné la cabeza en un parco saludo—. Soy Alejandra y estoy más que convencida de que soy yo la que está a sus órdenes. —Una imperceptible sonrisa nerviosa se insinuaba en mis labios. Si hubiere tenido un corazón latiente, seguro que me habría dado un ataque cardíaco. Aún podía sentir el miedo esparciéndose por mi cuerpo.

-mmm... a mis ordenes, me gusta como suena eso, jajaja- la sombras se dispersaron al instante - me encanto como salio la presentacion, ¿no te parece?- Krueger sonaba mas relajado, casi disfrutando de la situacion - el agregado de las sombras es nuevo, un encanto sutil que embota los sentidos- otra vez rio profundamente - Venga relajate un poco- dijo al ver la expresion de Alejandra - Que no muerdo...bueno tal vez un poco pero no estoy aqui para eso, aunque es un mero formalismo repasemos la informacion para ver si todo esta de acuerdo con el trato- Krueger hace un ademan como si buscara en los bolsillos algo, obviamente no podia haber nada en ese pantalon arapiento - Rayos otra vez me deje la libreta en casa, lo sabia, sabia que tenia que traerla- refunfunea como un nene pequeño y despues de un bufido de resignacion prosigue recuperando la compostura - en fin, como ya me dijiste tu nombre y es correcto solo falta confirmar quien te envió y que es exactamente lo que necesitas, te escucho- Krueger puso su garra en la oreja haciendo ademan de escuchar atentamente.

Lo observé con desconfianza, escuchando sus palabras y tratando de encontrar la verdad tras de ellas. Sin embargo, me resultaba imposible distinguir entre sus maneras tranquilas y actitudes cambiantes, cuáles eran sus verdaderas intenciones. Quizás tampoco querría saberlas.

—Una presentación hecha para intimidar e impresionar —comenté con aparente serenidad—. Supongo que mi reacción le dejó satisfecho.
—Cuidado, quizás esa seguridad no sea la mejor arma a utilizar en estos momentos —me previno Galatea con los bigotes tiesos, como si se sintiera amenazada.
—¿Qué es lo peor que podría pasarnos? —gimió Paola y creí ver en su rostro una sonrisa quebrada—. ¿Matarnos? ¿Torturarnos? No tenemos demasiado que perder.
—No sé tú, chica tristeza, pero yo prefiero mantenerme entera y jovial como siempre —refunfuñó Aeris, cruzada de brazos y fulminando a Paola con su mirada penetrante—. Si no, ¿cómo voy a intentar conquistar a Jwanjh?

Sacudí la cabeza y me llevé una mano a la sien, tratando de concentrarme. Era una factible desventaja que mi mente no pudiera encontrar un consenso. Cada personaje tenía una opinión distinta y, pese a que algunas me inspiraban desconfianza de por sí —Azkael y Paola—, no podía dejar de preguntarme si en ocasiones tenían razón. Procuré intentar enfocarme en Krueger, que era mi preocupación momentánea.

—Me ha enviado Tozim —apresuré a aclarar con voz monocorde—. Y necesito establecerme de forma apropiada en esta ciudad, la cual me ha dicho que es un sitio... recomendable. Dijo que un conocido de él podría guiarme respecto a mi petición. Y aquí estamos —acabé con una mirada de resignación.

-Correcto, correcto y mas correcto todavía, Tozim, gran valor, no quiero ni imaginarme que clase de tratos tenían ustedes dos, jajajajaja- la carcajada de Krueger con o sin intención no podía dejar de sonar amenazante-Quiero ver al gran Vandor cuando alguien tan linda como tu llegue recomendada por el primogénito del clan nosferatu, jajajajaja - Krueger golpeaba su rodilla en todo divertido mientras reia -La corbata se le hara un moño, jajajajaja- Imito una respiración pronunciada y luego de tranquilizarse continuo - me disculpo, volvamos a lo nuestro, si, yo puedo ayudarte, organizare una presentación formal con el principito y le hablare mil maravillas sobre tu persona- hizo una breve pausa -¿Tienes donde quedarte?-

Lo miré con una ceja arqueada mientras reía. Para mi entera sorpresa, Ann le hacía coro, sujetándose el abdomen por las carcajadas.

—Puede ser un tipo escalofriante, pero tiene sentido del humor —dijo la chica con una amplia sonrisa.
—No es que no le vea la hilaridad en sus palabras —comentó Jwanjh con el ceño ligeramente fruncido. Una ligera sonrisa se instaló en mí, era adorable cuando se ponía serio—, pero no se la veo.
—Eso sucede porque eres un hermoso amargado, mi Jwanjh —dijo Aeris con la misma sonrisa que adornaba mis labios.
—Concentrémonos, por favor —pidió Galatea en un quedo ronroneo—. Krueger nos ha hecho una pregunta.

Sacudí la cabeza. Era verdad. Sin embargo, Krueger había sido notificado por Tozim sobre mi presencia y para nadie era un misterio que los Malkavian actuaban raro. Mi linaje me protegía de cualquier tontería que pudiera llegar a cometer. No obstante, sabía que también había limites y traté de concentrar mis dispersos pensamientos.

—No, no realmente —admití, pensando que lo mejor era no mentirle descaradamente al amenazador Vástago frente a mis ojos. Mi forma de ser era displicente con mis pares, pero la prudencia era rasgo de sabios. Y prefería empezar con buen pie. Además, aquel era un Nosferatu, podía esforzarme un poco por ser amable—. Pensaba solucionar ese inconveniente luego de conocernos.
—Buena jugada para decir: "No, soy una total desamparada a merced suya, señor Krueger" —rió Ann con perspicacia.

Azkael y yo gruñimos de fastidio al mismo tiempo.

- Pues, que te parece si lo solucionamos ahora- Krueger se volvio a quitar el sombrero y de dentro saco una tarjeta totalmente en blanco y se la entrego a Alejandra -toma esto ve a hablar con Mohamed, tiene un pequeño hotel, ve de parte del viejo Bob y dale esta tarjeta- Kruger sonrio levemente -esta acostumbrado a los viajeros que tan cansados de viajar durante toda la noche, se pasan el dia durmiendo, sin firmas, sin documentos, no es una zona bonita de la ciudad pero tampoco esperes mucho-

Tomé la tarjeta con la vista fija en su rostro y una clara desconfianza emanando de todo mi cuerpo. No obstante, le agradecí con cortesía y observé la tarjeta. No tenía nada fuera de lo común, aunque no era como si hubiera visto muchas de esas a lo largo de mi vida. Que estuviera en blanco era lo más sorprendente, sin duda, pero no dije nada.

—¿Crees que sea un sitio seguro o sólo una ingeniosa trampa? —inquirió Jwanjh, masajéandome los hombros. Volteé fugazmente para verlo y vi que sus ojos estaban clavados en Krueger, tal como los míos habían estado hacía sólo un segundo.
—¡Ay, Jwanjh, qué paranoico! —se burló Aeris, susurrándole en el oído. Sentí como se tensaba a mi lado y puse los ojos en blanco—. ¿Por qué habría de ser una trampa? Ni que fuéramos tan importantes —rió con presunción—. Cuando ofendamos a un par de nobles o nos escapemos de alguna cárcel, empieza a preocuparte, pero por ahora creo que estaremos bien.
—¿Cómo hizo para sacar la tarjeta del sombrero? —preguntó Ann con marcada curiosidad, como si aquello fuera lo más relevante del mundo—. ¿Y qué pasa si alguien desea otra? ¿Las hará aparecer mágicamente? —Su expresión concentrada me hizo saber que trataba de desentrañar el misterio. De pronto, se volteó hacia mí y dijo—: Creo que podemos confiar en él.
—Claro y lo dice lamás cuerda e inteligente del grupo —gruñó Azkael con una agresividad sin precendentes, escupiendo en su rostro. Su mirada furibunda luego se dirigió hacia mí—. Y debería darte vergüenza que una escoria te esté ayudando. Es asqueroso.
—Lo que en verdad es asqueroso es que no puedas controlarte a ti mismo —murmuró Galatea con un bufido de desaprobación.
Azkael hizo ademán de abalanzarse sobre ella, pero Jwanjh se le interpuso con vehemencia.
—Atrás, Azkael —ordenó con seriedad.
—¿Y tú con quién más vas a obligarme? —masculló el asesino apegando su rostro al de él amenazadoramente. —Lo empujó con violencia y Jwanjh respondió de la misma manera. Aeris silbó.
—Coliseo Romano. ¡No te dejes vencer, mi Jwanjhcito!
—¡Ya basta! —ordené, ignorando que tenía un interlocutor viéndome gritar a la absoluta nada—. ¡Atrás los dos! —Miré a Krueguer con temor, pero aquello me estaba volviendo loca. Había enfrentado peleas entre mis personajes y siempre me dejaban con una sensación de descontrol, locura y desgarro que no soportaba. Había elaborado algunas teorías, pues creía que esa horrible sensación, incluyendo el dolor físico, se debía a que, en el fondo, era porque estaba peleando conmigo misma. —Mapache —terminé por susurrar. Ambos se miraron con odio, pero me obedecieron, gracias a todos los dioses. No sería la primera vez que dos luchadores se hubieran rebelado contra mí.
—Estamos condenados —fue lo último que alcancé a escuchar. Era Paola.

Me arrodillé en el suelo, sintiendo que la cabeza me martilleaba levemente y tratando de recuperarme rápidamente. Ese era un inconveniente reciente. Cuando ellos peleaban, el dolor físico aparecía, pero lo peor era la sensación de que destazaban mi mente. Y eso que aquella pelea había sido leve. Había tenido crisis espantosas. Me incorporé y me apresuré a justificarme.

—Lo lamento —murmuré, aún algo inestable—. Me pasa de vez en cuando, es un inconveniente. Pero lo puedo manejar —aseguré rápidamente, temiendo que él pudiera pensar que era una amenaza—. Y gracias por la recomendación —murmuré, inclinando la cabeza respetuosamente, sintiéndome ligeramente débil. Volteé y comencé a caminar, para alejarme de allí.

-Emmm....no hace falta que pidas disculpas- Krueger no pudo disimular una pequeña mueca de desconcierto- Vas por buen camino, nadie vive tanto tiempo sin perder un poco la cordura, y tu mi querida ya tienes un pie adelante en el camino de la vida eterna, jajajaja- Krueger la miro caminar unos pasos- aunque no creo que llegues lejos con una tarjeta en blanco, sin dirección y sin una fecha para hablar con el príncipe- Krueger tomo una actitud un poco mas paternalista, pero era imposible dejar de parecer amenazante - Tienes que aprender a controlar a esos dos y al mapache- rio otra vez - Un mapache suena muy divertido, en fin- Krueger le paso ahora si un trozo de papel con la dirección- mañana en la noche mas o menos a esta hora dejare un recado en el mostrador del hotel con la fecha y el lugar de la presentación, el resto corre por cuenta tuya- Haciendo una nueva reverencia se despide con unas ultimas palabras - Es interesante que hayas logrado conseguir un favor de los Nosferatu, se ve que tienes potencial, si necesitas algo ven a verme, siempre que tengas algo con que comerciar claro, suelo pagar muy bien- Krueger agitando las sombras comienza a perderse lentamente en la oscuridad de la noche.

Un ligero estremecimiento se apoderó de mi cuerpo cuando las sombras empezaron a cubrirlo. Sintiendo una imperativa urgencia de decir algo antes de que Krueger se fuera, simplemente atiné a decir.

—Gracias por todo. Y espero no necesitar más servicios de aquí en más. —En cuanto acabé, lamenté haber dicho aquello. Quizás habría sonado como un insulto, pese a que no era la intención. No obstante, encerraba una gran verdad: esperaba no tener que necesitar de aquellos favores en el futuro, aunque lo veía difícil.

—Al menos es un Nosferatu —murmuró Galatea con un leve ronroneo.
Asentí con la cabeza, aún algo aturdida, pero ya mucho más recuperada. Miré la tarjeta nueva, algo contrariada por la treta, pero esperando que aquello resultara bien.

Observé el lugar donde había desaparecido Krueger durante largos segundos, sintiendo como la estabilidad regresaba a mí muy lentamente. Era en esas circunstancias cuando odiaba con toda mi alma a mis sombras. Con furia, me volteé hacia ellos.

—¿¡En qué estaban pensando?! —rugí, fulminando con la mirada a Jwanjh y a Azkael—. ¿No se les pasó por la cabeza que ese Vástago podría haber...? —La rabia me atascó las palabras en la garganta—. No puedo creer que hayan sido tan necios. ¡Y ahora me siento pésimo! ¡Todo por sus instintos matonescos!
—Tú me escribiste así —susurró Azkael con una sonrisa de suficiente, encogiéndose de hombros.
—El chico tiene un punto —sonrió Aeris a su pesar—. Vamos, Ale, no te sulfures. No pasó nada y andamos bien. Y Jwanjh demostró ser todo un guerrero espartano —sonrió elocuentemente la demonesa, acariciando el cabello del muchacho, quien estaba tan ajeno a todo que no se sonrojó.
—Lo lamento, Ale —dijo arrepentido el chico, tratando de acercarse a mí—. No era mi intención...
—Ahórrate el discurso, crío —interrumpió Azkael—. Después de todo, no es como si a ella le importara una mierda lo que nos pase.
—Ya basta, Azkael —interrumpió Galatea con un tono de voz firme—. Alejandra, no tiene caso discutir esto. Lo que pasó, pasó y debemos continuar. Estoy segura de que tenemos mejores cosas que hacer.

Asentí con la cabeza y le dirigí una breve sonrisa a Jwanjh, a quien se le iluminó la cara al verse perdonado. Rodé los ojos por su infantilismo, pero recibí en recompensa un abrazo de su parte que agradecí profundamente. En el fondo, no podía estar enojada con ninguno de ellos, eran parte de mí, mi soporte en esta no-vida miserable que apenas iniciaba. Incluso a la pesimista de Paola —que en aquellos momentos miraba con la vista perdida a una Ann que tarareaba distraídamente una canción mientras inspeccionaba el lugar donde Krueger había desaparecido— y al hijo de puta de Azkael. Eran míos, después de todo.

—Es martes —dije luego de haberme separado de Jwanjh—. Y tengo hambre. Es hora de que algún pobre animalito encuentre su fin —Suspiré.
—Así suena muy deprimente —dijo Galatea.
—Nuestra vida es deprimente, por si no te has dado cuenta —gruñó Paola de brazos cruzados.
—Sí, no es lo que me gustaría —dije con una mueca de desagrado, refiriéndome a cazar animales—, pero la alternativa es peor. Y hoy es martes. Así que todos muévanse.

Aeris rió y Jwanjh debió casi arrastrar a Ann, que andaba en lo suyo, para que obedeciera.
—Qué mal genio andas, Jwanjh. ¿Has peleado con alguien? —preguntó la chica.

Rodé los ojos y continué caminando, son una leve sonrisa en los labios.