Escena 2 - La Caza

Me detuve en seco ante la señal de Azkael, entre desconfiando de él, pero sabiendo que sus instintos no me fallarían a la hora de la caza. Después de todo, era el asesino del grupo, letal y calculador. Sólo que demasiado irritante.
Bajé mi mano, en la señal para que Galatea se acercara a mí, para poder acariciarla. La gata, fielmente, así lo hizo y su pelaje suave y relajante fue un bálsamo para mi tensión.
—¿Qué opinas? —pregunté, ignorando el bufido de ofendido de Azkael.
—No está mal, creo que deberías acercarte —dijo ella con un quedo ronroneo sordo recorriendo su cuerpo.
—No me gustan los martes —fue todo lo que dijo Ann, con un suspiro de resignación—. Terminemos luego. —Le afectaba, si no de sobremanera, sí un poco el cazar animales, aunque comprendía que era un situación inevitable y que así debía ser. No obstante, yo entendía su sentimiento. ¿Cómo no? Después de todo, era acechar y alimentarme de seres vivos inocentes. Como una bestia salvaje.
—La chica prefiere que destripes un par de humanitos —bromeó Aeris con una sonrisa burlona.

Fruncí el ceño. No me gustaba la sensación de piedad y auto desprecio que sentía al cazar, en especial, animales —por extraño que la alternativa de cazar hombres me fuera más plausible—, pero era algo que debía hacerse. Traté de que las emociones de Ann no me afectaran, pero era prácticamente inútil. En lugar de ello, decidí acercarme a Azkael.
—Ahora te sirvo ¿no es así? —preguntó él con desdén.
—¿Algún problema? —inquirí con cierta rabia. Él no respondió—. No sé de qué te quejas, si en el fondo te encanta que te siga en tus barbaridades.
—Disfruto ver tu control siendo puesto en jaque, sí —admitió él con una sonrisita de suficiencia.
—Bueno, ¿vamos a actuar o a charlar? —preguntó Jwanjh, algo irritado por la innecesaria conversación.

Tenía razón, por supuesto, por lo que hice el ademán de respirar hondo —viejos hábitos— y traté de concentrarme. Tenía hambre, podía sentirlo en mi cuerpo con urgencia y luché porque los recuerdos de la primera vez —qué raro sonaba— no me invadieran como siempre. Oí que Paola susurraba algo sobre que merecíamos el infierno y más y negué con la cabeza, recogiendo el desdén y la determinación de Azkael y Jwanjh para actuar. Cerré los ojos un momento y luego los abrí.

—Es hora, no más distracciones —ordené, aunque era inútil. Nunca me obedecían—. Vamos.

—Creo que ya te estás tardando mucho —gruñó Azkael con una sonrisa desagradable—.¿Te acobardaste?
Gruñí por respuesta, mirándolo con ojos entornados de rabia. Sentí que la mano de Jwanjh me agarraba por el brazo, como instándome a no perder los estribos, lo cual era una ironía, considerando que él mismo lo había hecho.
—No caigas en sus juegos —me advirtió.
—Apresúrate antes de que alguien se asome —insistió Galatea a mi lado—. Es la oportunidad propicia. No la desperdicies.

Asentí con la cabeza, algo avergonzada por toda la teatralidad con que había actuado y preparándome. Procuré concentrarme y utilizar la ofuscación contra el animal que, aún confiado, estaba listo para ser mi comida.

Mi rostro completamente serio e impasible fijó sus ojos en el animal. Procuré ignorar las punzadas de desagrado provenientes de Ann y concentrarme en emociones más útiles. Cada día era un nuevo dolor a la hora de comer, pero debía hacerlo. Así era mi vida ahora.
—Iremos al infierno por esto. —Sabía que por el rostro de Paola estaba arrasado en lágrimas y odié que ella fuera capaz de sentir y llorar y yo no. La rabia que sentí contra ella —o contra mí misma— decidí emplearla para entrar en acción.

Con gruñido sordo que sentía vibrar en mi pecho, me abalancé hacia adelante para atacar.

Dejé al animal sin vida en el mismo lugar donde lo había encontrado. Aún podía sentir el sabor sublime de la sangre en mis labios, pero la sensación de irrealidad y paraíso había desaparecido de mi cuerpo, dejándome tan solo con un frío tortuoso—imposible y metafórico. Me mantuve con la cabeza baja, con la espalda encorvada y mis ojos fijos en el perro muerto a mis pies. Era increíble lo que sentía.

—El dolor es bueno —susurré con firmeza, irguiéndome con rigidez—. El dolor es bueno. —Mi afirmación estaba basada no en el masoquismo propio de mi naturaleza, sino en una realidad maravillosa: si sentía dolor, aún mi alma seguía siendo humana y me descubrí disfrutando de ese dolor.
—Enferma —me espetó Azkael con bastante desdén.
Miré los ojos de Ann, que se encontraban surcando el cielo, distraídamente. Sentí aún su desagrado respecto a lo que había hecho y le sonreí, tratando de transmitirle mi culpa. Sentí que Jwanjh me rodeaba con los brazos y me besaba sutilmente en la mejilla.
—Oh, vamos, tampoco es como si fuera una gran tragedia —dijo Aeris, con la ceja alzada y los brazos cruzados—. Seguro el animal está mejor ahora que antes. Y, aunque no fuera así... ¡es sólo un perro!
—Eso mismo dijiste respecto de los humanos.—musitó Galatea.
La joven demonio sonrió misteriosamente y se encogió de hombros con naturalidad.
—Y ahora... ¿qué hacemos? —preguntó Paola con un tono que me hubiera contraído el corazón si hubiese tenido uno.

Comencé a caminar erráticamente hacia algún lugar más protegido, sintiéndome ligeramente expuesta, pese a que confiaba en la pericia de Azkael, que era un maestro en sus artes. Miraba paranoicamente a mi alrededor, poco consciente de que mis sentidos eran mejores que los de los humanos regulares y que mi estado de alerta era innecesario.
Finalmente, me detuve en la entrada de una calle corta y me apoyé contra la pared.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Galatea, subiéndose a un cubo de basura con cierto asco.
—No lo sé —admití, algo descolocada—. ¿Dónde puede ser?
—¡Hay cientos de lugares! —exclamó Aeris, repentinamente emocionada—. ¿Qué tal una fiesta? ¿Algún club interesante, para conocer a algún...?
—Qué idiotez —la interrumpió Azkael—. ¡Eso es de inferiores! ¡Piensa con la cabeza, perra!
Aeris, pasando de él, como siempre hacía, se encogió de hombros y murmuró algo sobre que era un amargado gay.
—¿Alguna otra sugerencia? —pregunté, algo desanimada.
—¿Y si vamos al lugar que Krueger nos indicó? —dijo Jwanjh con sensatez.
Parpadeé, sorprendida. Podría ser, pero no estaba del todo segura. ¿Sería apropiado? ¿Sería sensato? ¿O metería la pata y generaría un lío? Me mantuve en silencio —sorprendentemente mis personajes también—, sin saber muy bien qué hacer a continuación. Era como si no tuviera una guía. Agité la cabeza, no debía pensar en ello. Con una mueca endurecida en mi rostro, me puse a caminar, pese a que no tenía un rumbo definido.
—Esto no puede ser bueno —suspiró Paola y no pude menos que bufar de desdén junto con Azkael.