Escena 3 - ¿Refugio?

Miré a la felino con cierta preocupación en mi rostro. ¿Sería una buena idea realmente? Yo era un imán para los líos, sin duda, y no quería meter la pata nuevamente. No obstante, si no podía confiar en lo que mis personajes decían, no había nadie en quien confiar. Las dudas... odiaba tenerlas, pero me era inevitable. ¿Sería una buena idea?

—No podras saberlo hasta que estés allí —dijo Ann mirándome con cierta curiosidad—. Estás muy insegura en esta oportunidad —comentó como quien no quiere la cosa—. A veces actuar es el único camino que queda.
Asentí con la cabeza, esperaba que así fuera. Paola estaba a mi lado, mirando un punto indefinido como siempre, pero era su presencia la que corroía mi mente. Agité la cabeza y simplemente traté de aclarar mis pensamientos. ¿Era miedo lo que sentía? ¿A qué? Una arrogancia conocida —de cierto asesino ficticio— me invadió y comencé a caminar con paso decidido, sacando la tarjeta que Krueger me había facilitado.
—Al fin algo de aventura —exclamó Aeris sonriendo seductoramente.
Suspiré. Aventura era algo, no lo dudaba, que no nos faltaría.

Eché a andar el auto y comencé a conducir lentamente, en busca de algún lugar en donde pedir indicaciones. No me gustaba en lo particular tener que hacerlo, pero era eso o comenzar a tantear por toda la ciudad buscando un lugar que, tal vez, podría estar en algún rincón escondido y abandonado por la mano de Caín.
—Deja de pensar tonterías y conduce —musitó Aeris con una risa suave. Tenía su cabeza apoyada en el hombro de Jwanjh, quien se encontraba rígido y ruborizado.
—Tenemos que encontrar algún lugar para estacionar —dijo Galatea, en el regazo de Ann y ronroneando sutilmente—. En vehículo mucho no avanzaremos.
Azkael estaba en silencio, con los ojos cerrados, en el asiento del copiloto.

Suspiré, mientras continuaba manejando, intentando enfocarme en lo realmente importante, que no eran los pensamientos de mis personajes. Paola comenzó a murmurar algo acerca de que aquello no tenía caso y que buscáramos un refugio si no quería "morir completamente carbonizada por el sol, que es seguro lo que mereces". Gruñí de frustración y ya estaba por mandar todo al diablo, cuando Jwanjh lanzó una exclamación. Frené en seco.
—Genial, tarada —gruñó Azkael, que debió colocar sus manos al frente para no estrellarse.
—Ahí hay un local abierto —dijo Jwanjh, señalando por la ventana.

En efecto así era. Encontré un lugar a la vuelta para aparcar y salí con cierta cautela.

—¿Estás segura? —murmuré por lo bajo, mirando de soslayo a Aeris. El hombre me había mirado de una manera muy peculiar y, aunque quizás podría ser una valiosa ayuda, también podría ser mi peor pesadilla. No quería llamar la atención. ¿Me conocería de algún lado?
El corazón me hubiera latido con fuerza si hubiera podido ante la sola idea de que, de algún modo inexplicable, aquel hombre me hubiera conocido... en vida.
—¿Y si lo ha hecho? —preguntó Paola, asustadísima. Su temor y angustia amenazaron con abrumarme, pero traté de consolarme pensando que Paola era así y que no debía tomarla tan en serio—. ¿Y si nos conoce? Tendremos que...
—No tendremos que hacer nada —la cortó Jwanjh, quien me abrazó por detrás, suponía que dándome algo de apoyo—. Adelante, creo que es una buena idea.
—Claro que lo es, Jwanjhcito —ronroneó Aeris, contoneándose elocuentemente ante él—. La dije yo ¿no? —Sonrió con coqueta arrogancia.

Galatea simplemente miraba al hombre con sus enormes ojos, destellando azul por la oscuridad. Me armé de valor —qué ridículo sentir temor de un simple hombre— y me acerqué a él con cierta discresión. Le pregunté de forma educada y algo tímida si conoce la dirección a la cual me dirijo.

Le agradecí las indicaciones, repentinamente aliviada por saber a dónde dirigirme. Ahora tenía un rumbo, un lugar a donde dirigirme; no había notado cuán devalida y desamparada me había sentido hasta que escuché la dirección salir de los labios de aquel hombre. Galatea ronroneó por lo bajo, a modo de advertencia. Fruncí el ceño, algo molesta conmigo misma por divagar de forma tan evidente.

—Deberías preguntar —susurró Aeris con más curiosidad de la sanamente aceptable.
—¿Y si es una trampa? —insistió Paola, asustada. La verdad, no podía negar que esta vez encontraba algo de razón a sus miedos.
—El que no se arriesga, no gana —murmuró Azkael con un bufido de desdén—. Deja de ser una cobarde cría, Alejandra.

—No parece un mal hombre —opinó Ann mirándolo con curiosidad—. Además, ¿qué es lo peor que podría pasar? Preocuparse no tiene sentido. —Se encogió de hombros—. Me gustaría saber qué es lo que tiene que decir —sonrió, acercándose a él sin ninguna inquietud.
"Suspiré", consciente de que era posible que me arrepintiera de aquello. Miré al hombre y adopté una expresión tranquila.

—¿Iba a decirme algo? —pregunté con educación y dejándole espacio para explicarse. Intenté sonreír con amabilidad, aunque seguramente fracasé miserablemente.
—Como actriz te mueres de hambre —rió Aeris, desenvuelta.

-Es quee... el barrio es, es un poco peligroso. No es seguro ir por ahí de noche. Te conviene ir de día. No se para que estas yendo para allá pero si es la primera vez que vas te conviene esperar a que salga el sol.- El joven no parece estar mintiendo (independientemente de si tiene razón o no, no parece decirlo como si fuera un engaño, es más, lo dice con cierta preocupación). En joven mira su reloj de pulsera, le cuesta un poco hacer foco (tal vez por la previa ingesta de cerveza). -Faltan como tres horas de horas- dice refiriéndose al alba.

off: Respecto de tu necesidad de descansar, sabes que tenés que estar en un lugar refugiada del sol entre una y media hora antes del alba, en algún momento en ese intervalo perdés tus fuerzas y la conciencia hasta la noche siguiente.

—Que manera tan irónica de estar en lo cierto y en lo incorrecto a la vez —murmuró Ann con una suave risa coqueta.
—Sí, realmente es toda una paradoja —le secundó Jwanjh, quien había permanecido callado hasta entonces y observaba a aquel hombre con cierta desconfianza.
—Deberías decir algo —susurró Galatea, mientras se lamía distraídamente una pata. Parecía que ya se había desinteresado de aquel sujeto, aunque no alcanzaba a comprender por qué . Quizás tuviera razón: quizás solo era un hombre que me había dado una dirección y eso era todo. No había razones para pensar que fuera otra cosa ¿no?
—En todo caso, hay algo importante —continuó Jwanjh—: debemos apresurarnos, queda poco para el alba.
—Siempre tan prudente, bebé —susurró Aeris, que no perdía oportunidad para insinuarse a él en son de broma.

Sacudí imperceptiblemente la cabeza, sintiendo como una suerte de vergüenza y lujuria se apoderaba de mí. Me alegré internamente al notar como aún habían emociones que podía sentir. Volviendo a la realidad abruptamente, dije:

—Le agradezco su preocupación, pero creo que podré arreglármelas —procuré sonreír, esta vez con algo más de eficacia—. Tengo que llegar lo más pronto posible, le agradezco la información. Me ha sido muy útil —añadí con sinceridad.
—Y vaya que sí, que con tu capacidad intelectual nos habríamos achicharrado. Menos mal que nos dijo la hora ¿eh? —se burló Azkael.

—Ten cuidado —me advirtió Galatea con su atención nuevamente puesta en el hombro. No comprendí su repentina alarma. Después de todo, aquel hombre simplemente había sido amable ¿no?
—No entregues más información de la necesaria —acotó Jwanjh con prudencia, mientras aferraba mi mano. Con cierta diversión, pensé que mientras él hacía aquello no me era del todo fácil concentrarme.
—No me distraigas, Aeris —mascullé en un tono muy bajo. Ella simplemente rió.
—Ese deseo es sólo tuyo, amiga mía —se excusó ella, pero mentía, estaba segura.
Escuché a Azkael bufar con infinito desdén y a Ann reírse suavemente, burlándose de Jwanjh, que naturalmente estaba colorado. Negué con la cabeza y procuré enfocarme en lo importante: en la conversación con el desconocido. Le miré con curiosidad y me pregunté si Galatea tendría alguna razón de peso para estar tan inquieta.
—Sí, no te preocupes —murmuré con amabilidad dirigiéndome a él—. Puedo llegar sin problemas. Te agradezco la preocupación —añadí con una sonrisa.


Off: Creo haberlo comprendido. Te refieres a que Alejandra debe estar una hora y media antes del alba en un refugio. Si me equivoco, por favor, discúlpame.

Sentí como Paola se situaba a mi lado y la oleada de tristeza que irradió me golpeó con mucha fuerza.
—Somos monstruos, incluso él, que estaba borracho lo supo. La gente huele nuestra locura, siente en sus huesos nuestros pecados. Estamos malditos. —Su susurrar amargo y torturado me estremeció por completo, pero traté de ignorarlo.
—No, simplemente notó que estoy algo ...
—... trastornada y estúpida... —acotó Azkael con bastante maldad.
Lo miré con resentimiento, pero procuré continuar.
—La gente extraña suele generar ese tipo de reacciones —murmuré con aparente tranquilidad—, es natural.
—Consuélate con eso —volvió a atacar Azkael.
—Cállate ¿quieres? —gruñó Jwanjh con un tono sobreprotector. Alcé una mano, no estaba de humor para peleas. Ni siquiera para peleas mentales. Me sentía algo desamparada y, quizás como una suerte de nostalgia por lo que fuera mi anterior existencia, deseé simplemente dormir. Olvidar todo lo que era, lo que estaba ocurriendo, lo que sucedería en el futuro.
—Iremos al refugio —murmuré con inexpresividad—. No tiene caso seguir por aquí. Prefiero estar en un lugar determinado. —Quise decir "prefiero estar sola", pero era francamente absurdo tal pensamiento. Nunca estaría sola y, aunque en el pasado esa perspectiva me hubiera consola y alegrado, ahora me parecía una carga bastante pesada.
Ann tarareaba una melodía, como era usual, cuando de pronto me miró con curiosidad, iterrumpiéndose:
—¿Vamos al refugio entonces?
Asentí con la cabeza, comenzando a caminar hacia donde la tarjeta había señalado, cabizbaja y con un suspiro atravesado en la garganta.

Mis ojos lo observaban todo con cautela y bastante desconfianza. No era que el lugar en sí fuera a significarme un peligro, pero aquello perfecto podía ser una trampa. Traté de desechar esos pensamientos, haciendo una mueca de fastidio dirigida a Paola.

—Este lugar podría ser limpiado, aunque fuera por casualidad —murmuró Aeris con bastante asco.
—¿Qué sucede, Aeris? ¿Eres una niña mimada? —se burló Azkael con una sonrisa socarrona. La demonesa simplemente lo ignoró y siguió mirando a su alrededor con bastante desagrado.
Galatea bufó cuando un ratón salió de la nada y correteó entre sus patas. Ann lanzó una exclamación de ternura y salió tras él, en medio de las risas de Jwanjh y el fastidio de Aeris.
Sintiendo que me comenzaba a exasperar, apreté el paso. La recepción era bastante acorde al resto del lugar y, en circunstancias normales, habría salido corriendo de allí inmediatamente.
—Ten cuidado —le advirtió Jwanjh, fijando sus ojos en el anciano recepcionista. Miré a Jwanjh brevemente con cierto fastidio. No obstante, me recordé que él solo quería protegerme. Sonreí amargamente.

Me acerqué al recepcionista con desconfianza y traté de sonreír.
—Disculpe, me recomendaron este lugar para poder pasar ... —dudé. No podía decir "la noche" y "el día" se me hacía paranoicamente sospechoso— ... un tiempo. ¿Hay alguna habitación disponible?

La tensión se acumuló en el aire o quizás fuera que gran parte de mis acompañantes se pusieron incómodos ante la mención de quien nos había recomendado. Las expresiones de "cuidado", "es una trampa", "anda con calma" se repitieron durante los segundos siguientes, impidiéndome pensar.

—No podemos mentir —determinó Ann, que parecía no entender la preocupación de todos—, porque será evidente y podría causarnos problemas. —Se encogió de hombros—. Cuando se descarta lo imposible, solo queda lo posible —sonrió anchamente.
—Qué fácil suena así —gruñó Jwanjh, que no parecía tan convencido.
—Eres demasiado preocupón, Jwanjh, eso es lo que sucede —dijo Ann sin hacer contacto visual. Al parecer, la vigas roídas del lugar eran mucho más interesantes.
—¿Vamos a tener que decirte qué hacer a cada momento de tu vida? —cuestionó Azkael con un gruñido de rabia—. Deja de ser tan cobarde, que comienza a volverse repetitivo.

Fruncí el ceño y me mordí el labio, incómoda. Ahora me sentía más propensa a ser temerosa. ¿Y si Krueger no era un nombre adecuado para pronunciar allí?

—Pero, vamos —urgió Aeris con exasperación—, él nos recomendó este lugar. Tienen que conocerle.
—Sí, como el peor canalla de la ciudad —adujo Paola con una mirada seria—. Quizás le divertiría vernos en un problema.
—Estamos entre la espada y la pared —susurró Galatea, que se había hecho galleta en un rincón y miraba alrededor con los ojos ennegrecidos.

Negué con la cabeza y traté de mantener la compostura. Miré con una sonrisa al anciano y, juntando valor —quizás todo no fuera más que una exageración de mis personajes—, murmuré:

—Nos envió aquí Krueger. —Luego, sentí que el pánico me invadía y me apresuré a agregar, como si el decir más palabras pudiera tranquilizarme—: Mencionó que podría ser un buen lugar para quedarse.
—Brillante —se burló Azkael. Yo simplemente miré al anciano, tratando de disimular mi inquietud.

Podría haber suspirado exageradamente de alivio, pero no podía hacerlo y, de todas maneras, Jwanjh lo hizo por mí. Me tragué la sonrisa y el beso que quise darle, pues no quería parecer más loca de lo que ya parecía.
—¿Dije o no dije? —sonrió Ann—. No había de qué preocuparse.
—Era mejor asegurarse ¿no? —acotó Aeris.
Traté de ignorar sus voces, porque estaba segura de que todos tendrían una opinión respecto a cada pequeño aspecto de mi no-vida de aquí en más, pero debía ser capaz de concentrarme. Tendría que practicar eso de parecer normal.

—Muchas gracias —le dije al recepcionista, tomando la llave. Durante unos segundos me quedé un poco helada al pensar en dinero, que se me hacía tan alejado de repente, pero reaccioné a tiempo y le pagué lo que debía—. Disculpe, pero quisiera pedirle algo. —Hice una breve pausa—. No quiero ser molestada hasta que yo salga de la habitación. ¿De acuerdo? —Le alargué un par de billetes más y le sonreí con lo creí era dulzura.

Oí la risa de Azkael en mi nuca y me sentí estúpida. ¿Debería haber sido más persuasiva? ¿Usar algún tipo de truco? ¿Debería habérselo pedido sin más? Odiaba la manera en que me hacían dudar.

—Buena jugada —se burló Azkael—. Ahora seguramente pensará que eres una terrorista o algo. —Se rió de su propia insidia.
—Si Krueger viene a menudo, no habría motivo para que sospechara —dictaminó Galatea, desestimando las palabras del asesino.

Quise suspirar.

-Le aseguro joven, que nadie la molestará- dice el viejo hombre agradecido, guardando los billetes. El hombre no parece estar escondiendo nada, ni ser cómplice de ninguna trampa, solo parece ser una persona vieja y cansada, contenta por la propina.

—Y eso, señoras y señores, se llama paranoia —se burló Aeris con una sonrisa nerviosa.

Distinguí como Azkael rodaba los ojos y se volteaba, evidentemente harto de toda aquella situación. Me sentí algo avergonzada de mí misma y, en silencio, tomé las llaves. No obstante, alcancé a murmurar con una voz temblorosa, antes de voltear.

—Muchas gracias.

Me dirigí con cierto pesar hacia el segundo piso, donde se encontraba la habitación. La encontré sin dificultades y entré con parsimonia. Era sencilla y perfecta. No necesitaba más que una cama y a lo más un velador.

—Bonitas cortinas —opinó Ann, yendo a observarlas con detenimiento. Jwanjh sonrió y miró alrededor, para luego encogerse de hombros. Me miró con amabilidad y volvió a sonreír.
—¿Estás bien? —me preguntó, tomándome de la mano. Negué con la cabeza y avancé por la habitación, negándome a hablar. No quería tener audiencia. Deseaba que algunas de mis sombras desaparecieran y poder hablar sólo con Jwanjh o con Gala o, incluso con Ann, pero no podía. Me sentía terriblemente sola.
—Lo estás —me recordó Paola y solté una carcajada, que más bien pareció un aullido.
—Siempre tan oportuna —mascullé con desdén. La frialdad de mi voz me sorprendió hasta mí misma.
—Aún hay tiempo extra —comentó Galatea que se había acomodado en un rincón de la cama y me miraba con sus ojos ennegrecidos—. ¿Qué piensas hacer?
—Quiero "dormir" ya —murmuré con algo de amargura—. Quiero olvidarme de esto.

Azkael soltó un bufido y varios me observaron con lo que yo interpreté como lástima.
—Ni siquiera sé qué voy a hacer ahora. ¿Me quedo dormida o qué? —pregunté a la nada.
—Trata de mantenerte en calma —me recomendó Jwanjh, guiándome a la cama—. Te estás "alterando". Ten cuidado con tus reacciones. Tarde o temprano eso podría llevarte... a simplemente desear no sentir nada y conseguirlo.

No dije nada y me eché en la cama, observando el techo que estaba francamente asqueroso. Podía ver cada imperfección, cada suciedad, cada telaraña deteriorada. Eso realmente no dejaba de ser deprimente, pero quería dejar de hablar y mientras no me diera "sueño" no tenia planes. Pensar en mi actual situación tampoco sonaba como algo especialmente tentador. Traté de mantener la mente en blanco y dejé que mis personajes opinaran de todo, aunque intentando ignorarlos.

Era imposible.

Abrí los ojos sintiéndome lúcida casi de inmediato, aunque con el mismo sinsabor en la boca —metáforico— y la sensación de la cruel y odiada rutina invadiéndome. Siempre había sido rutinaria, pero ahora eso se hacía doblemente tedioso y amargo. O quizás sólo era que todavía no lograba acostumbrarme a este tipo de existencia. Ante, por lo menos, podía sentir con mucha más intensidad, podía palpar el odio contra Dante que germinaba en mi interior...

—Deja de quejarte y empieza a moverte —me recriminó Azkael que se encontraba apoyado en un rincón y con los ojos cerrados, con expresión reprobatoria.
—Me quejo lo que se me de en gana —le espeté con una repentina explosión de ira.
—Wooh, calma, Ale. —Aeris se había interpuesto con su rostro malicioso y su larga cabellera—. Alguien se levantó con el pie izquierdo esta noche, vamos, alegra esa cara.

Gruñí en respuesta y miré a mi alrededor, odiando cada centímetro de aquel lugar. Sabía que era un buen refugio, pero representaba todo lo que me atormentaba en ese momento. Observé mi perímetro con rabia contenida durante algunos instantes y luego me paré como impulsada por un resorte y me acerqué al mueble que había atracado. No me costó apartarlo.

—Eso fue una buena idea, aunque algo paranoica —sonrió Jwanjh, que parecía recién despertando. Se acercó a mí y me abrazó por los hombros, para terminar dándome un beso de buenos días. Sonreí levemente, sintiendo que la desesperación disminuía un poco en mi pecho. Pensaba en lo patético que era sentirse confortada por un personaje, pero para mí era lo más real que tenía y con eso bastaba.

—Y ahora... ¿qué hacemos? —preguntó Ann que se tallaba un ojo y se sentó en la cama con cara de sueño—. ¿Tenemos que salir?
Me encogí de hombros. La verdad es que no tenía idea, mi mente parecía haberse desconectado por unos momentos. No recordaba lo que se suponía que debía hacer y lentamente una suerte de indiferencia se apoderaba de mí.

—Lo único que quiero es quedarme aquí por la eternidad —dije en un tono fatalista y comprendí que Paola estaba haciendo de las suyas con mis emociones. SUspiré—. ¿Alguien recuerda lo que debíamos hacer? ¿Es normal que me olvide, por cierto?